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martes, 18 de septiembre de 2012

Para no olvidar



La década del 70 constituyó una etapa de cambios y revoluciones en toda América Latina. A partir del gobierno socialista Chileno y su derrocamiento en manos del poder militar, se sucedieron diferentes períodos de gobiernos autoritarios en todo el continente.

Dicha década es recordada por todos los argentinos como la más oscura y sangrienta época de la historia. En nombre del estado se cometieron miles de crímenes injustificados, ejerciendo un abuso de poder sin igual, por los que actualmente se continúa juzgando a los responsables.

Las condiciones políticas y económicas comenzaron a ser absolutamente reguladas por el Estado a partir de la presidencia de Juan Carlos Onganía, un militar que tomó el poder entre los años 1966 y 1970 ejerciendo un gobierno de facto, signado por prohibiciones respecto a todos los métodos de la democracia, congelamientos salariales, desigualdad y devaluación monetaria.

El autoritarismo despertó la revolución en las masas, sobre todo en gremios y corporaciones que comenzaron a pronunciarse en su contra a través de diferentes manifestaciones: la organización montonera, el Rosariazo y el Cordobazo fueron íconos de una era de desafío a un Estado dispuesto a cualquier abuso.

El compromiso político, los ideales de los jóvenes reunidos en agrupaciones, los intereses contrariados, hicieron que la guerrilla fuera el método de defensa del pueblo en contra del poder absoluto. Eran capaces de dar la vida por sus ideales, y lo hicieron. La sangre de aquellos miles de jóvenes es hoy el símbolo de una lucha incansable por la libertad, por la democracia.

La figura del General Perón fue crucial para el surgimiento de los movimientos juveniles, como generador de un sentimiento de pertenencia para con la patria, de lucha en pos de los ideales. Luego de la muerte del líder, y habiendo declarado como único heredero al pueblo, éste se hizo fuerte en convicciones y se constituyó como un actor social decisivo en la realidad argentina.

Hoy, en medio de un contexto en la que los intereses económicos parecen ser los únicos que valen, el recuerdo vivo de aquellos que desaparecieron en manos del estado, nos devuelve un capítulo que aún sigue latente entre los argentinos: la década del 70, en la que la lucha era real, porque la dictadura era real.



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