La
década del 70 constituyó una etapa de cambios y revoluciones en toda América
Latina. A partir del gobierno socialista Chileno y su derrocamiento en manos
del poder militar, se sucedieron diferentes períodos de gobiernos autoritarios
en todo el continente.
Dicha década es recordada por todos los
argentinos como la más oscura y sangrienta época de la historia. En nombre del
estado se cometieron miles de crímenes injustificados, ejerciendo un abuso de
poder sin igual, por los que actualmente se continúa juzgando a los
responsables.
Las condiciones políticas y económicas
comenzaron a ser absolutamente reguladas por el Estado a partir de la
presidencia de Juan Carlos Onganía, un militar que tomó el poder entre los años
1966 y 1970 ejerciendo un gobierno de facto, signado por prohibiciones respecto
a todos los métodos de la democracia, congelamientos salariales, desigualdad y
devaluación monetaria.
El autoritarismo despertó la revolución en las
masas, sobre todo en gremios y corporaciones que comenzaron a pronunciarse en
su contra a través de diferentes manifestaciones: la organización montonera, el
Rosariazo y el Cordobazo fueron íconos de una era de desafío a un Estado
dispuesto a cualquier abuso.
El compromiso político, los ideales de los jóvenes
reunidos en agrupaciones, los intereses contrariados, hicieron que la guerrilla
fuera el método de defensa del pueblo en contra del poder absoluto. Eran
capaces de dar la vida por sus ideales, y lo hicieron. La sangre de aquellos
miles de jóvenes es hoy el símbolo de una lucha incansable por la libertad, por
la democracia.
La figura del General Perón fue crucial para
el surgimiento de los movimientos juveniles, como generador de un sentimiento
de pertenencia para con la patria, de lucha en pos de los ideales. Luego de la
muerte del líder, y habiendo declarado como único heredero al pueblo, éste se
hizo fuerte en convicciones y se constituyó como un actor social decisivo en la
realidad argentina.
Hoy, en medio de un contexto en la que los
intereses económicos parecen ser los únicos que valen, el recuerdo vivo de
aquellos que desaparecieron en manos del estado, nos devuelve un capítulo que
aún sigue latente entre los argentinos: la década del 70, en la que la lucha
era real, porque la dictadura era real.
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